jueves, 7 de abril de 2011

Y si falla el satélite...



Entre el tino y el error se balancea boraz  la duda que en ciertos cruces de vías colapsa el pensamiento. La presión propia imprimida por el carácter incierto, las inquisitorias miradas ajenas (qué suerte que lo  sepan siempre todo) y el miedo al fracaso, a las consecuencias de una negligente elección, dejan paso a una actividad tan arriesgada y delicada  como la construcción de un castillo de naipes frente a la ventana.


Puede que sólo se trate del temor a crecer, al compromiso, a las responsabilidades, al cambio, a la perseverancia requerida,  a la incertidumbre...  pero  por encima de todo el mayor desasosiego no lo produce la derrota por la acción llevada a cabo, sino el vacío por omisión. 

La falta de error no implica acierto necesariamente. Dejarse vencer y abatir por la desidia no evita las heridas, ni borra cicatrices. Es el peaje de vivir,   y  por acción u omisión, con victoria o con derrota; habremos aprendido algo,  habremos llenado un poquito más nuestra mochila de cara a futuros cruces y caminatas errantes.



Y si miramos bien a nuestro al rededor es posible que encontramos avituallamiento en los pequeños placeres de la vida.

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