lunes, 17 de noviembre de 2008

¿Qué quieres ser de mayor?

Desde que uno es pequeñajo todo ser “adulto” se empeña en preguntarte qué quieres ser de mayor y esbozan una gran sonrisa cuando tus aspiraciones pasan por ser astronauta, médico, etc. Para mí no deja de ser una forma subliminal de recordarte que en la vida tienes que ser algo, y cuanto más importante suene el título mejor. Un día, muchos años después, llega el momento en que verdaderamente tienes que elegir. Sí, por fin has llegado a ese momento “glorioso” que todo el mundo esperaba, has cumplido con la premisa que te llevaban repitiendo desde que eres escolar “estudia para que seas alguien en esta vida”. Para la satisfacción de todo el conjunto familiar (que no para sus bolsillos) vas a acceder a la universidad, vas a ser una persona formal y con aspiraciones de futuro. Bueno, ¡Qué digo! Ya estás ante tu anhelado futuro, estás sentando los primeros cimientos de lo que se supone serás en la vida. Tú, orgulloso de ti mismo, te dispones a iniciar una nueva etapa; esa que siempre te decían “eso no es como el colegio”, “te van a formar para que puedas ser un buen profesional de tu medio”, etc. Nada más lejos de la realidad, poco después de que comiences verás como poco a poco se van desvaneciendo todas tus ingenuas creencias (innatas y adquiridas) y tu ilusión se comienza a transformar en frustración, desmotivación, asqueamiento, etc. La Universidad no es más que un negocio, dónde sólo importa el fin y no el medio; una cuna de vagos y fermento para perder los pocos valores existentes. No voy a entrar en detalles porque todo aquel que haya pasado por esa “idílica etapa” ya se habrá forjado su propia opinión, pero yo llevo 5 matrículas universitarias e increíblemente a lo que pudiera parecer el primer año la cosa ha ido de mal a peor. Como trabajadora, desde el día “uno” de mi primer trabajo hasta esta misma mañana te acuerdas de la madre de todos (inmensa mayoría) de los profesores que no te enseñaron nada mientras te preguntas para qué invertistes 3 años de tu vida en eso. Y como estudiante, cada tarde que bajas a clase a las 16:00 con el último bocado por masticar, para encontrarte(en el privilegiado caso que a alguien le de por avisarte) un cartelito o nota que indica que Fulanito de tal no va a dar clases, se te revuelven todas las entrañas y tu mente incandescente vuela, inevitablemente, hasta la familia del susodicho/a. Pero bueno, para que ustedes no se sientan también defraudados al leer esto vamos a hacer justicia al título, no? Venga va, yo en una fase muy inicial de mi vida quise ser criada (toma ya!). Gracias a Dios pronto cambié mis miras profesionales y …tachán, tachán… quise ser

BOMBERA!! xD (tsshh, no os riáis que os oigo) En la actualidad me inclino más por el mundo de la charcutería, aunque sólo sea por el maravilloso olor que desprende el choped recién cortado que embriaga todos mis sentidos. En un tono más serio, diré siempre pensé que estudiaría 3 añitos de educación especial + 2 de psicopedagógia, pero oye; la Terapia Ocupacional se cruzó en mi camino y muy contenta y agradecida.

sábado, 1 de noviembre de 2008

A Enrique Fernández "Oh Capitán, mi Capitán"

Qué difícil es expresar con palabras los sentimientos y más cuando hablamos de personas. Hoy me gustaría compartir con vosotros algo harto difícil, ¿Qué es Enrique Fernández en mi vida?
No me considero una persona mitómana, nunca he tenido grandes ídolos ni nada por el estilo, pero Enrique Fernández caló hondo en mi ser. Quizás no tanto por su forma de jugar a Baloncesto(que también)como por su forma de entenderlo, de transmitirlo y por supuesto, por tener una calidad humana inconmensurable.
Siendo sinceros he de decir que mis recuerdos de Enrique como jugador son vagos (como me pasa con la mayoría de los jugadores que he visto en determinadas edades muy jóvenes), si cierro los ojos y hago la abstracción de imaginarlo en una cancha, veo su número 8 a la espalda corriendo por la línea de triple del V Centenario, recibiendo balón y tirando con su mecánica de tiro característica; aún recuerdo su triple número 600 en la ACB. Pero si al alguien me dijera imagínatelo al libre albedrío, ahora ¿Qué ves? Le vería en el banquillo levantado siempre animando a sus compañeros, le vería en los campus del cole con su sonrisa perenne, estaría junto a aficionados atendiéndolos amablemente, estaría entrenado con algún grupo de niños siempre dándoles palabras de aliento, cariño, confianza… Y esto es lo que me ha transmitido Enrique Fernández: Valores y Amor por el baloncesto, más allá de lo meramente deportivo.
Le conocí más de cerca en mi primer campus del colegio, fue experiencia formidable. Él siempre estaba por allí con unos y otros, pasándolo bien; participando en los grandes “caos”, entrenando, jugando… de todo un poco, como cualquiera. Hasta aquel campus yo jugaba a baloncesto porque me gustaba sí, pero también un poco por inercia. Pero mi sino cambiaría una mañana soleada y calurosa del mes de junio, un día como cualquiera de aquel campus, aconteció esa Pachanga en las desniveladas pistas de “cuarto y quinto”. Ese día al finalizar las actividades normales Enrique quiso jugar con las 5 niñas que éramos en todo el campus contra los monitores, evidentemente ganamos, pero de ese partido... mmm… dos frases que aún oigo en mi cabeza como si las hubiera escuchado ayer :
“Lástima, lástima; no pasa nada” que nos decía constantemente cuando fallábamos (sí, fallábamos mucho xD), pero oye; analizad la frase. ¡Qué confianza daba aquello!
“Una foto que este es El Equipo de la Gloria” frase pronuncia tras acabar. Cuando una oye de manos de un jugador ACB, subcampeón de la Copa del Rey, estas palabras de orgullo lo único que se te pasa por la cabeza es “Dios, que grande es esto del baloncesto”
Y en conclusión a Enrique Fernández le debo mi pasión por el baloncesto (ojo, no sólo a él, pero sí en grandes dosis) y para quién me conozca sabe que mi vida gira y ha girando en torno a ello. Posiblemente este deporte me haya privado de muchas cosas y me haya costado algún sofocón más de la cuenta, pero si hiciéramos un balance de todo lo que me ha dado, y la calidad, superaría con creces lo negativo. Sólo hay que mirar a mí alrededor para comprender esto ( pero ya será un capítulo a parte xD).
Por todo lo escrito en las líneas superiores, Gracias Enrique. Y cómo no, por tu sonrisa, tus palabras, tu sencillez, humanidad, preocupación, entrega, constancia, superación, lucha, esfuerzo, cariño, confianza… gracias por ser un cacereño más. Gracias por enseñarme la magia del baloncesto, gracias porque mucho de lo que tengo te lo debo a ti, GRACIAS. Y ya sí para terminar, compartir con ustedes que ayer vi cumplida una ilusión. Después de mucho implorar, él número 8 ya luce con todo su esplendor en las pareces de mi habitación. A falta de homenaje oficial muchas personas se lo rinden humildemente día a día.
Muchas gracias de Corazón a quién lo hizo posible, no hay palabras.