miércoles, 24 de febrero de 2010

Quinta parada: Málaga-Rincón de la Victoria

Málaga fue el destino agraciado. Hasta la ciudad andaluza fuimos el sábado día 20 con el fin de pasar un agradable fin de semana cuyo colofón final lo pondría el partido de nuestro Cáceres 2016 el domingo por la mañana en Rincón de La Victoria.
En esta ocasión no voy a contarles un tostón insufrible a modo de crónica (no hace falta que me den las gracias) sino que quisiera detenerme en otro aspecto emergido a cuenta del partido.

[Las aportaciones aquí vertidas son sólo mi opinión personal y perspectiva]



Cunado uno se desplaza lo hace con mucha ilusión. Generalmente, estas escapadas tienen como propósito desconectar del día a día y aprovechar a la par para disfrutar con tu hobbie. Digamos que inconscientemente es el pretexto y la motivación oportuna para romper con la rutina. Es curioso como desde que sale el calendario, el cual esperas como agua de Mayo, vas cavilando cuáles son los viajes más accesibles; así hasta fijar una serie de objetivos. Son muchas las variables que tienes en cuenta para escoger: distancia, ubicación temporal, lugares desconocidos, trascendencia, etc. pero en ningún caso contemplas como factor a tener en cuenta las hipotéticas posibilidades de victoria o lo contrario. Uno va a disfrutar pase lo que pase.

Sin embargo, he de confesar que en esta ocasión me he sentido decepcionada. Con éste es el quinto desplazamiento de más de 300 km que hacemos esta temporada y el cuarto que perdemos, en cambio el sabor de boca que me quedó fue muy agrio. El partido fue todo lo contrario a lo que cabe esperar de un encuentro baloncestístico con “tu equipo” y “tus jugadores” como protagonistas. Todos somos conscientes cuando nos embargamos en estas aventuras y echamos las maletas al coche que cabe la infausta posibilidad, por mucho que nos pese, de que esto sea así. Y a pesar de ello, tú de manera voluntaria te estás exponiendo a llevarte semejante chaparrón final. Hasta ahí yo no tengo nada que reprochar, por los motivos que fuera (no me compete a mí analizarlos) el partido fue para olvidarlo.

Ahora bien, teniendo en cuenta que éramos seis personas, que les habíamos animado tanto tiempo como nuestro espíritu dio de sí(que no es poco), que estábamos justo detrás del banquillo, que no pudieron oír una palabra mal sonante, ni un pitido, que es el enésimo partido al que les acompañamos, etc. no hubiera estado mal que en lugar de salir corriendo en milésimas de segundos alguien nos hubiera mirado o hecho un pequeño gesto, simplemente pido eso, una triste mirada o una señal de respeto para quienes estuvieron con ellos (Contacto con tacto para todos)
Gracias a Dios, las excepciones existen, nuestro capitán y hombre de la casa, Juan Sanguino, tuvo el detalle de hacerlo. De la misma forma que a la salida del vestuario se acercó a nosotros para intercambiar algunas palabras como posteriormente lo haría Lucio Angulo tras saludarnos y ser reclamo nuestro. Unas pocas palabras, ni agradecimientos, ni disculpas (válgame Dios, no es eso lo que pido) simplemente un “algo” que te de aliento necesario y que te haga sentirte un poco menos insignificante.

Pero no fue así, y eso me defraudó, porque lo mismo nos pasó en Zaragoza. Pero mira, para este podemos poner como excusa que en esa ocasión estábamos allende los mares, rodeados de siete mil personas más y que puede ser que ni nos vieran. Sin embargo, para el domingo no existen pretextos.
Como decía al inicio viajamos libremente, pero eso no significa que no nos suponga esfuerzo; alguien podría preguntarse si es posible que esto sea así. Pues sí, porque para empezar conlleva gastos; tener que pedir favores, días de vacaciones o en su defecto jornadas maratonianas que empiezan un viernes antes de las siete de la mañana y terminan pasadas las doce de la noche en otro punto de España totalmente diferente al que te despertaste. Pero no sólo es esto, tienes que planificar el viaje, adecuarlo a unas necesidades económicas, llegar a un consenso, etc. Y de este cúmulo de gestiones previas quizás la peor de todas sea tener que lidiar con todos aquellos que te toman por loco/tonto/friki donde abundan expresiones del tipo
“Y para verlos perder vais a ir”
“con el frío que hace en Burgos”
“Cómo están las carreteras”
“Poneros en carretera para esas tonterías”
“Ir hasta Zaragoza para volveros el domingo”
“vais a pasar más tiempo en el coche allí”
Y un largo etc. de recurrentes frases que cansan hasta tu tía Rita la cantaora (alguien da más). Vamos a ver, no es que carezcan de razón, sino que ya podían asumir que para un vicio que tenemos que menos que disfrutarlo.

En fin, es innegable que tiene su miga, pero no voy a engañar a nadie. Para mí estos “esfuerzos” no lo son demasiado porque las ganas son infinitamente superiores. Y si hay algo que tengo claro es que, puesto que a día de hoy vivo en la privilegiada situación de tener un trabajo que me lo permite por horario y recursos, no voy a prescindir de ello mientras la ilusión y el baloncesto perduren. Lo que ocurre es que cuando el resultado final, último propósito de tu viaje, es el espectáculo del domingo y nadie te da una muestra de ese respeto/cariño sientes como si hubieran dado la razón a todos aquellos de enjuician tus acciones.

Considero que somos unos simples amigos, que nos gusta el baloncesto y disfrutar con él por ello nos juntamos para estos menesteres. No somos ultras ni nada por el estilo, no asediamos a los jugadores(Venga vale, yo los asedio por facebook) y somos harto prudentes para lo bueno y para lo mano. No sé si precisamente esa prudencia es el motivo de la falta de feedback, pero el domingo lo eché en falta.

A mí me gusta ser justa (o al menos intentarlo) y por eso hay que ponerse en el lugar del otro. Seamos francos, si en algún momento, en tu lugar de trabajo tienes un día de perros, discutes con tus superiores y/o compañeros, etc. imagino que maldita las ganas que tendrás de reírle las gracias a alguien. Eso es lógico, pero no sé, no me parece suficiente respuesta. También me enseñaron que tu trabajo es tu trabajo y has de rendir por encima de muchas cosas (al menos hacer el esfuerzo) aunque todos tengamos días malos. No entiendo que de 12 jugadores y entrenadores sólo uno de los jugadores saludara antes de irse al vestuario y dos antes de irse al autobús, su trabajo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, y aunque este forme parte de lo segundo creo que en  este caso pudieron hacer una excepción.

En fin, divagaciones a parte nada va a impedir (salvo causa de fuerza mayor) que el día 9 de abril (Sí, 9 de abril repito) esté en Palencia con mi pancarta de Lucio MVP y ya veremos si incluimos una de Feliz Cumpleaños (Sí, esta soy yo, la que no los asedia a los jugadores xD).

Como no puede ser de otra forma finalizaré semejante reflexión, digna del mejor manual de psicología para jugadores (qué fácil es todo desde fuera), con esta foto en agradecimiento a Lucio Angulo y especialmente a Juan.

viernes, 12 de febrero de 2010

Hasta siempre!

Ha llegado el momento de despedirlas como se merece. Más de 5 años me han prestado sus servicios, cuántas pachangas no acumulan a en sus suelas, cuántos buenos momentos no habrán presenciado. Cuentan por centenares los pisotones y aunque lo intentaron, no pudieron preservar mis deditos (en el especial el “gordo”) ante tanta agresión. Nuestros inicios no fueron fáciles, pues eran más duras que una piedra y me hacían polvo los pies; pero con el paso del tiempo conseguí domarlas hasta hacerlas “mías”.

Ahora, tras un lustro de brega en las canchas, ha llegado el momento de la jubilación (cómo se entere el gobierno!). Así que démosle todos un fuerte aplauso, gracias por mantener inmaculados mis tobillos, siempre os lo agradeceré.

p.d.: Tranquilos, no me he vuelto loca (más) es que soy así de friki. ¿Vosotros no le cogéis cariño a la ropa u otros enseres llegando incluso a no querer deshaceros de ellos?

¿Les dedicamos una canción? ¡Venga va!

miércoles, 10 de febrero de 2010

El día que nevó en Cáceres

Corría el diez de enero del año dos mil diez, domingo. La mañana transcurría como otra cualquiera, entre acb360 y jornada virtual, de aquí para allá colocando un poco mi habitación. De repente, el rutinario devenir del día se veía truncado. Dos mensaje, dos, llegaban simultáneamente a mi móvil, éstos eran sucedidos por una llamada perdida. Por un momento perdí el aliento, aquello no podía significar otra cosa, ¿Estaría de verdad ante ese momento tan esperado o me estaría jugando una mala pasada la casualidad?
Los nervios empezaban a traicionarme y aquel súbito momento de emoción había bloqueado mi capacidad de pensar, cual síndrome disejecutivo no era capaz de hilar mis acciones; no sabía qué hacer. Cogía el móvil pero no era capaz de leer, miraba por la ventana pero no era capaz de ver, mi cerebro no era capaz de decidir como priorizaba aquel momento. Tras unos segundos de reflexión y un profundo suspiro conseguí procesar la situación, primero leí los mensajes. No había lugar a dudas, ambos eran claros y concisos, estaba nevando. Ya con la información necesaria volví a mirar por mi ventana, donde agudizando mucho la vista quizás podía intuir como algún copichuelo (Aguanieve) revoloteaba por el cielo antes de llegar al suelo, como queriendo vencer a la fuerza de la gravedad. Aquella minucia ya desdibujaba una atípica sonrisa en mí, sentía como mi yo presente se trasladaba hasta mi yo más infantil.
Al momento (todo transcurría en segundos) llegaba la primera llamada, las opiniones eran contrapuestas, mientras yo apreciaba una ligera aguanieve otros hablaban de nieve sin “peros”. Y así fue, porque mi ojos perdidos constantemente en mi ventaba pudieron comprobar como aquella lluvia cada vez iba cobrando más densidad. A esas alturas ya todo el mundo estaba sobre aviso, las escenas de asombro y las expresiones de admiración se repetían a lo largo de todos los lugares y medios.
Con una flojera de piernas increíble, era presa total de la euforia. Creía estar viviendo una situación insólita que no duraría mucho, así que había llegado el momento de salir en la calle. Este simple hecho no fue nada fácil, porque nuevamente había bloqueado mis funciones superiores, daba vueltas por la habitación sumergida en un mundo paralelo. Como pude me apresuré a desempaquetar mi recién llegada cámara para inmortalizar un día digno de ello, mi habitación mimetizándose conmigo misma empezaba a sufrir las consecuencias. LEER MÁS