jueves, 12 de agosto de 2010

Con faldas y a lo loco, ¿Por qué no?

Hace unos días bajé al pabellón V Centenario a echar un ratillo. Qué sensación más bonita cuando te acercas a la puerta de entrada y ya escuchas el bote del balón desde la calle. Como suele ser habitual los días de diario a horas tempranas, no había mucha gente, unos jóvenes pasando las tardes estivales y poco más. Allí nos conocemos todos las caras de vista cuanto menos, pero con el verano hay nuevas incorporaciones a los habituales del “Quinto”. Y a vosotros que os importa, ¿verdad? Tranquilidad, que todo tiene su lógica. Resulta que un día de estos, de camino a casa, al pasar por las pistas de Moctezuma también se podía contemplar a otros jóvenes jugando. A juzgar por las apariencias debían ser de la misma edad que los que estuvieron en el pabellón, entre los 14-17 años. Ambas ubicaciones comparten un sorprendente denominador común: había chicas, ¡y más de una! Me congratula, y no saben cuánto, ver como ha progresado la igualdad en el deporte base de la canasta, pero no a nivel “político”, sino a pie de calle. Hoy en día las niñas (algunas, tampoco nos tiremos faroles) hacen deporte para pasar las interminables tardes de verano, se ponen las camisetas de bestias pardas como Lebron James y no les importa sudar con otros especimenes teóricamente superiores por físico, y lo que es más importante, los otros sujetos (llámense hombres/chicos/niños) se acostumbran a manejarse en esas lidias y ven que es posible, que no se contagian, ni nada por el estilo. Se “educan” para el futuro y se promueve la normalización de la presencia de la mujer en cualquier ámbito. Aunque esto es motivo de enhorabuena hay una asignatura pendiente, y es superar esa presencia pasando el umbral de los 18 años. No sé muy el porqué, pasada esa edad la presencia femenina en un playground se esfuma y conforme pasan los años ya es sencillamente utópica. Los motivos los desconozco, mis teorías giran en torno a varios posibles: has de tener un grupo apto y que te acepte, la brecha de diferenciación física es ¿insalvable?, no está bien visto, tienen otras cosas mejores que hacer, etc. El caso es que hay cosas que no dejan de maravillarme, para bien o para mal. Usurpar ese territorio considerado masculino genera un “shock” de inicios y las respuestas varían. A lo largo de estos años me he ido encontrando distintos modus operandi, algunos de estos pasan por:
  • Aquél que se cree que eres un bulto inerte, pero que se mueve independientemente de tus aptitudes para el deporte en cuestión. Ej.: véase Rachel en este ilustrativo capítulo de Friends (además de todos los topicazos que refleja)
  • Él que te hace sentir Dios (o gilipollas, no está muy claro). Celebra tus canastas como si fuera aquella última de Michael Jordan con los Bulls que le daba su sexto anillo.
  • Cuanto más lejos mejor. A pesar de ser el baloncesto un deporte de “contacto” hay quien evita tocarte y mantiene una barrera de varios centímetros, cuando no metros.
  • También abundan los que se ponen en modo defensa off. Para qué te van a defender...
  • El sueño de cualquier jugador. Si entras a canasta se pita falta automática aunque no te haya tocado nadie. (Saludos a Will)
  • Están los que creen que te han matado si te golpean accidentalmente (Saludos a wruk)
  • Los que no saben que porque hagas un deporte masculino en tu forma de pensar y ser sigues siendo mujer, con sus cosas buenas y malas.
  • El depravado sexual. Antes de ser persona, eres un cuerpo con curvas. El typical macho cabrío español que pierde la fuerza por la boca, normalmente este ritual lo desarrollan dentro de la manada, supongo que para constatar que son auténticos machos ibéricos y no de imitación.
La verdad es que hay de todo, y en cierto modo, hay algunas que pueden ser comprensibles, sobre todo cuando te enfrentas con gente desconocida, la confianza va derribando barreras.

El deporte y la mujer es una incógnita que nunca podré resolver, no alcanzo a saber si es cuestión de educación, cultura, sociedad, estigmas, valoración personal, accesibilidad, etc. Para que me entiendan, yo lo que me pregunto es ¿por qué el Padel, tenis, etc. son usuales en el entorno femenino y el baloncesto, fútbol, etc. no lo son? Cuando me crispo hablando del tema (cuántos viajes no me les habré pegado con esta serenata) siempre acabo exponiendo mi teoría de “enseñar cacho”, y en una postura quizás injusta para la propia mujer, sostengo que el atuendo y la “feminidad” que se le presupone acaban decantando la balanza. Pero quiero creer que esto no es lo realmente importante. Sin duda alguna lo que más daño ha hecho a la presencia femenina en determinados deportes es la etiqueta de “marimacho” que arrastramos desde épocas prehistóricas. El sexo femenino tiene la gran suerte (nótese el tono irónico) de además de tener que ser buenas profesionales, esposas, amigas, deportistas, personas, etc. también debemos ser delgadas y guapas (Sociedad dixit). Si no tienes la suerte de que la madre naturaleza te haya concedido una cara angelical y dulce o una belleza sin igual, mal asunto el de ponerte a sudar, avisadas quedáis. Vamos, que no es lo mismo ser Tamara Abalde que Betty Cebrián. En esta línea hay un personaje público que siempre me ha llamado mucho la atención. Durante su esta profesional Arantxa Sánchez Vicario siempre estuvo marcada por este estigma (que como encima no se te conozca varón, ya se sabe en qué deriva la cosa) tras su retirada de las pistas de tenis su imagen cambió y se empeñó en resaltar su “feminidad”, relacionarse con las moda y otros saraos varios. Dicen que siempre vivió con esa espina clavada y lo intentó cambiar, de hecho creo que lo ha conseguido. Con toda esta teoría de la imagen entramos en otro punto sobre cual, he de reconocer que tengo opiniones contrapuestas. La creciente tendencia a resaltar que eres mujer, y femenina, cuando haces deporte (pintarse, pendientes, joyas, abalorios, peinados, ropas, etc.). Por una parte, me parece una absurdez y poco práctico pintarte para jugar, e igual de absurdo me parece que la feminidad de una persona radique en el color de sus uñas, por poner un ejemplo. Simplemente, me parece fuera de contexto. Por mucho que a alguien le gusten los tacones o las medias de lycra de leopardo no creo que tuviera cabida en ninguna pista. Dicho lo cual, sí es cierto que por otra parte, algunos comportamientos más comedidos tienen su razón de ser. Supongo que la virtud sigue estando en el centro y no es lo extremos, no sé. De todas formas, por todos es sabidos que no hay peor machismo que el que viene de tu igual, cuando las mujeres seamos menos malas para con nosotras mismas seguiremos dando pasos al frente. La igualdad no se basa en poder fumar y beber tanto como un hombre, ni que el hombre sea tan esclavo de la imagen como lo es la mujer, sino en algo mucho más simple a la par que complicado. Vivir sin complejos o superarlos no es tan fácil como nos gustaría, y poner en práctica eso de “a quien no le guste que no mire” es, si cabe, más complicado. Me alegra ver que algo ha cambiado en nuestra ciudad (en otras el tema es distinto); ojalá en el futuro, cuando cuelgue las botas, tenga que mirar con envidia sana una realidad presente. P.D.: Qué daño han hecho las princesas Disney a la sociedad.

0 comentarios: