lunes, 21 de septiembre de 2009

Gracias España, GRACIAS!

Una vez más ayer la selección española de baloncesto hizo historia y de forma apabullante, por primera vez en su historia se ha consagrado como campeona de Europa derrotando a Serbia. Son ya muchos años los que la selección nos lleva dando alegrías, donde se ha dado un paso de calidad y humanidad tremendo, es por esto y mucho más disfrutamos de una generación seguramente irrepetible. Para los que seguimos apasionadamente el basket, incluso antes de ser bestias para nuestros rivales, ayer fue un día especial como ya lo fue en el mundial de Japón, en el europeo de Madrid o en la impresionante final de los Juegos Olímpicos. Pero más allá de los éxitos (exitazos) que se están logrando ahora mismo también hay que resaltar la labor de años anteriores en los que a pesar de no contar con las figuras actuales se lidiaba a duras penas con las entonces exuberantes Yugoslavia, Lituania, Italia, etc. Aun hoy me parece mentira que al oír estos nombres como rivales sea a ellos a los que se le encoja el cuerpo (disfrutemos mientras dure). Al margen de esto y personificando un poco la victoria de ayer hay varias imágenes que yo destacaría. La primera y quizás la más sobrecogedora, la que hace pensar que en el mundo del deporte aún sigue existiendo algo de sentido común y de sueño al alcance de muy pocos. Y es que para mí no tiene precio ver a un Pau Gasol llorar por quedar campeón de Europa, porque alguien que viene de proclamarse campeón de la NBA, que seguramente sea el mejor jugador europeo, alguien que ya acumula innumerables galardones y una abultada cuenta corriente… que se siga emocionando, que salga a relucir esa cara de entusiasmo… vamos, que me pongo a sus pies. Porque tiene que ser duro acabar una extenuante competición en junio y en agosto estar dispuesto a arrimar el hombro con tu selección, porque tiene que ser durísimo después de optar por esto lesionarte en la preparación y que te tenga que operar sin saber cómo vas a llegar. Porque todo eso salió a relucir tras el pitido final. Pero hay más, de hecho hay mucho, pero debo sintetizar. Ver a un muchacho de 19 años abrazar a sus padres y que estos literalmente le coman podría ser entendible y habitual, pero en el caso de Ricky Rubio aquello alcanzaba una dimensión diferente. Ciertamente para todos ha debido ser un bálsamo necesario para paliar las consecuencias de un verano seguramente devastador, una bomba de oxígeno. Pues al fin y al cabo, sólo ellos saben lo que por sus mentes ha pasado este verano. Y por último cómo olvidarse de José Manuel Calderón, él no pudo estar por lesión y todo el mundo sabe que en este caso los toros se ven peor desde la barrera. Pero en todo momento siguió fiel a sus amigos, jamás perdió la fe en sus compañeros ni hizo un comentario fuera de tono. El nerviosismo era palpable día a día en sus comentarios (o en la ausencia de ellos) y llegado el día final dio muestra de cómo se deber llevar la envidia sana, se fue corriendo a buscar a sus compañeros y como uno más se emocionó y compartió la alegría a pesar de ese resquemor que siempre ha de quemar. Por eso y por mucho más hay que darle las gracias a esta selección por hacernos disfrutar en muchos sentidos, por sobreponerse a las críticas y a sí mismos. Por todo ello, y por hacer un lunes menos lunes GRACIAS.

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