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Levantarse un domingo por la mañana a las seis de la mañana a priori parece una idea descabellada, más si cabe cuando el lunes es día laboral y cada cual tendrá que volver a sus obligaciones ya sean laborales o estudiantiles. Pero la vida es cuestión de prioridades y todo cambia de cariz cuando tu equipo y un partido se pone por delante. Al menos eso es lo que debimos pensar el medio centenar de aficionados que nos trasladamos a tierras leonesas para presenciar el partido que enfrentaría al Cáceres 2016 basket contra el equipo local.
Poco a poco fuimos llegando seguidores al pabellón multiusos donde nos esperaba el autobús; ni las improntas horas, ni el frío, ni la niebla apagaban el entusiasmo de los allí presentes que ataviados con bufandas, camisetas, banderas e incluso mascotas se disponían a pasar un día plagado de emociones.
Cinco horas anduvimos recorriendo las carreteras desde Extremadura a la comunidad castellano-leonesa que cada cual llevó como pudo: durmiendo, leyendo, departiendo en sosegadas conversaciones, librando auténticos duelos a
De vuelta al pabellón el cielo comenzó a descargar el agua que llevaba amenazando todo el día y que hasta ese momento nos había respetado, quizás era el preludio de lo que después nos tocaría vivir. Una vez allí nos reunimos con los incansables madrileños (MACA) y todos juntos entramos en el graderío dando paso al estruendo de los bombos, bocinas y nuestras propias voces que se alzaban sin cesar. Aquella llamativa puesta en escena no dejaba indiferente, ni a los aficionados locales, ni a los jugadores de nuestro equipo que ya estiraban en la pista; nuestra presencia era inmediatamente correspondida por una sonrisa de oreja a oreja de Randy Holcomb.
Por fin conseguimos asentarnos tras acatar las órdenes que un paciente señor de seguridad nos daba, el marcador reflejaba seis minutos para el inicio de partido momento para efectuar las presentaciones de ambos equipos. Uno por uno fueron radiando y saltando a pista nuestros jugadores hasta llegar nuestro entrenador que tenía una emotiva “vuelta a casa” todo ello entre los constantes aplausos, cánticos y cómo no, la tradicional lluvia de “papelinos” con la que eran agasajados por los aficionados desplazados. Minutos después el balón se echaba al aire y con ello se calmaba ligeramente la ansiedad, aunque no por ello los nervios. De pie, sin descanso, agitando nuestras bufadas y haciendo sonar nuestras bocinas, animamos a todos nuestros jugadores, acertaran o erraran, lo importante es que siguieran luchando y metidos en el partido.
Los dos primeros cuartos pasaron como una exhalación, con una formidable actuación de todo nuestro equipo que sacaba garra y coraje cada vez que León intentaba separarse en el marcador, ni el recital ofensivo de Urtasun hizo que se bajaran los brazos en ningún momento. Tal era el espíritu y la confianza que transmitía el equipo que a dos segundos de llegar al descanso Francis Sánchez nos regalaba un triple desde medio campo para acabar con un 42-43 que invitaba a soñar. Al menos, en ese preciso instante los
El descanso también lo aprovecharon los “golfinegros” para relajarse y tomar un poco de aire, quizás el único momento que invirtieron en ello. Mientras tanto las conversaciones que se propiciaban narraban la solidez y seriedad mostrada por el equipo, las sensaciones eran buenas creíamos estar un paso más cerca de lo que todos deseamos traer de vuelta: la victoria. Pero como todos sabíamos esto no lo deciden los aficionados y aún nos quedaban 20 minutos por delante que de sobra sabíamos que no iban a ser fáciles. Con esta perspectiva dio comienzo el tercer cuarto y cada cual volvió a su oficio, unos animando y dando aliento al equipo y otros materializando en la pista ese empuje. Quizás fue esa constante comunión entre el equipo y los aficionados la que hizo que jugadores como Xavi Forcada nos levantará una y otra vez del asiento exultantes, sólo él pudo desquiciar a Urtasun, pero para infortunio de todos su brío pareció no ser suficiente. Así pues, aunque en el tercer cuarto seguimos manteniendo el tipo pese a que nuestro potencial ofensivo disminuyó, el último cuarto nos depararía una sequía anotadora que acabó por terminar con las posibilidades de traernos la victoria. Recuerdo que la última canasta verdinegra se metió a falta de 5 minutos para el final, pero en ningún momento de esa eternidad de tiempo los aficionados dejaron de apoyar a su equipo, pese a que en ocasiones flojearan las fuerzas, pero ahí estaban los experimentados madrileños para ejercer de líderes y recordar que más que nunca ese era el momento de animar; y así se hizo.
Y todos a estas alturas sabemos el guión final, pero al término los jugadores fueron aplaudidos como ganadores porque en el deporte hay que saber reconocer el esfuerzo y para ganar primero hay que luchar y competir (no todo se mide en derrotas y victorias). Para terminar las últimas fuerzas que nos quedaban tras una jornada tan intensa esperamos a los jugadores y así poder saludarles de vuelta al autobús que los conduciría a casa, todos nos contestaron cordialmente aunque siempre recordaremos las palabras del último en llegar (Gustavo Amanzana) “Gracias, Muchas gracias por venir” “Hay que seguir trabajando”.
Con ese sabor agridulce que dejan estos eventos llegamos a Cáceres a las 3 de la mañana del lunes y aunque les parezca mentira estos “golfinegros”, que no tienen remedio, lo hicieron al canto de…
Uooooohhh, Uoooohhhh, Uooohhhh, Uoooooohhh Esta es tu hinchada, hinchada, hinchada, hinchada verdinegra, te quiere, te quiere, te sigue a todas partes, te anima, te anima, alza su voz al viento, al viento, al viento. No para de animaaaaaaaaaaaaaaaaaaar, Uooooohhh, Uoooohhhh, Uooohhhh, Uoooooohhh
Gracias a todos los que hicieron posible el viaje una experiencia muy recomendable para cualquier aficionado.
Proximamente... Burgosfera enésima parte.
P.D.: me he saltado algún par de detallitos la "hortera-vieja del pabellón", el impepinable volumen los pesados del caribe no sé cual parte, alguna otra incidencia en el viaje de vuelta... detalles insignificantes xD.
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