La indecisión, el callejón sin salida para la organización. Dudar en sí no puede ser algo negativo, más bien es una de las formas en la que manifestamos nuestra capacidad de reflexión. El problema es cuando esa duda torna en patológico. Sí, aplico un termino muy sanitario por el que todo es normal hasta que deja de serlo y rebosa una barrera
¿Dónde está esa barrera?
En cualquier caso la toma de decisiones es necesaria, y en mi caso, más que la toma decisiones, la ejecución de éstas. Y no se trata de decisiones trascendentales sino de minucias que constituyen el día a día, pero si a cada veredicto que dictamos le otorgamos la propiedad de ser dúctil y maleable afrontamos de antemano el riesgo de caer en la labilidad. Flexibles... sí, pero volvemos a toparnos con los límites (¿Tan necesario son los límites?)
El orden, la organización, he ahí uno de los puntos cardinales a los que necesita orientarse mi camino. Ese senda, no perdida porque nunca apareció, pero sí desconocida, debe sustentarse en las pequeñas acciones que son reforzadas por la fuerza de voluntad. ¡Ay! la fuerza de voluntad, cuan efímera, abstracta y subjetiva es, pero necesaria en ti, en mí y en nosotros.
En el abultado mundo de los defectos con los que todos nos flagelamos, por igual sabemos que siempre hay algo que hacer con ellos más proactivo que herirnos ¿Lo intentamos?
Esto no debería tratarse de un 21 días sin (o con), pero sé que es de la única forma que tendré para visualizar un punto de salida oficial al que girar la cabeza cuando recorra centímetros, metros... La imprecisión de no compartilo al ciento por cien públicamente será un arma de doble filo, por una parte me genera el compromiso para con los demás necesario además del rigor de algo que se sostiene en forma física junto con una privacidad requerida, pero se adorna de un colchón peligroso de ambigüedad. Todo depende de mí.
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