Esos extraños puntos de inflexión-reflexión.
Desasosiego, intranquilidad, inseguridad,
disconformidad, culpabilidad, apatía, desidia, procrastinación… perfume de diciembre como vago rumor de lo que está
por venir.
Las crisis, entendidas como
procesos de cambios (bueno o malo) forman parte de nuestra esencia (este rincón se nutre de ellas). Gracias a ellas
evolucionamos con el devenir del tiempo en algo más que pliegues en nuestra piel. En ocasiones son más
sigilosas y simplemente acontecen, sin
generar ningún tipo de convulsión. Son procesos que percibimos como naturales y
propios por lo que su gestión no tiene coste emocional.
Mayo-Junio, la meta a muchos proyectos que se diluyen estériles. Borrados
como un golpe de marea que engulle nuestras huellas en la arena. Siendo
sinceros, en sí mismo no constituyen un problema: error-aprendizaje y bis. Sin
embargo, algunos alicientes aderezan una sensación de quietud enmarañada que quiere desprenderse se su tela de de araña,
la que le apresa invisible, pero para la
que no encuentra el arrojo. Cansancio y miedo latente. ¿Atenazador? Quizá, pero por
momentos quiere convertirse en esa chispa conductora e impulsora.