¿Ya tenéis puestos los deberes para el año nuevo?
Yo os deseo felicidad y por su puesto, que creáis en vosotros mismos ¿Quién lo hará si no?
http://www.rtve.es/alacarta/la2/ultimos/index.html#904445 Por cierto, existe una curiosa diferencia en la forma de hablar y percibir las cosas de los que hablan con una bandera española al fondo y bien uniformados con respecto a los que están a pie de campo. |
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
Quitose el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle - anunció el maestro de Ceremonias.
-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola"
Confucio dixit:
"Dime y olvidaré, muéstrame y podría recordar, involúcrame y entenderé(aprenderé)."
En primer lugar pedir disculpas por el descuelgue de las últimas entradas, pero primero se rompió el blog y luego el ordenador. Dicho lo cual he de mostrar públicamente mi disconformidad absoluta con el castigo, a pesar de que hubo un intento de benevolencia. Hasta la fecha sigo creyendo que cumplí fidedignamente lo que me dio tiempo, recuerdo perfectamente las clausulas del contrato pues yo misma las reescribí. No hay error de interpretación, y en el caso de existir, tanto sería de interpretación como de redacción. Ante un contrato todo debe estar perfectamente claro para que no haya “vacíos legales” a los que acogerse. He de confesar mi decepción por su forma de negociación, de lo que cada cual es muy libre, obviamente. Sobretodo porque consciente o inconscientemente ejecutó la “ley del embudo” intentando subsanarlo en las últimas semanas. Pero ciertamente, a la larga creo que me ha salido rentable, pues el bochorno pasado a lo largo de estos días (que ya ha sido considerable) ha sido ínfimo al que hubiera padecido en el caso de haber intentado “escribir” un cuento, lo confieso. No obstante, tenía toda mi voluntad y fuerza puesto en ello, pese a las carencias. Usted eligió.
Para concluir, la otra parte positiva es que a pesar de que dudo usted haya descubierto algo nuevo, al menos algo parece haberse entretenido. Sin embargo, yo he aprendido mucho más. Curioso.
El mensaje es sin acritud, desde la sinceridad y el cariño.
Un Saludo.
Para terminar vamos a descubrir que es un Arnold Chiari, la verdad es que no es muy curioso ni interesante que se diga, pero tras unos cuantos días con dolor de cabeza cómo no íbamos a sucumbir al protagonismo que reclamaba insidiosamente.
Se trata de una de las tres malformaciones congénitas que adolezco (sí, especialista que visito malformación que me saca, así que ya no vuelvo a ninguno). Digamos que se trata de un defecto en lo que sería el desarrollo normal de la anatomía humana cuya causa no tiene explicación certera. Se localiza en la zona occipital del cerebro en su unión con la médula, meninges y columna, éste se saldría de su lugar correspondiente ocupando espacio que no le pertenece. Es un síntoma asociado a espina bífida e Hidrocefalia debido a la imposibilidad de circulación adecuada del líquido cefalorraquídeo es ciertos casos. Según el nivel de afectación se clasifica en grados el tipo I (el de servidora) puede ser asintomático y no enterarte en la vida de que lo tienes, en caso de hacer acto de presencia suele hacerlo en edad adolescente/adulta y se caracteriza por cefaleas. El tratamiento es analgésico como cualquier otro dolor o en caso más graves la intervención quirúrgica.
Conocemos muchas cosas, pero poco sabemos de cómo hemos llegado a saberlas. Si en la entada anterior descubríamos las maravillas que obra nuestro lóbulo frontal en esta vamos a incurrir en una de las desgracias, que como tantas otras, ha hecho avanzar a la ciencia pues gracias a ella se ha podido perfilar y definir las funciones de parte del cerebro humano.
Este es una caso que refleja porque a veces es mejor no pasar a la historia. Se trata de Phineas Gage, fue un obrero de construcciones ferroviarias y durante el desempeño de su trabajo en 1848 sufrió un terrible accidente que hizo cambiar su vida y el de las neurociencias. Mientras manipulaba una barra de acero se produjo una detonación inesperada a consecuencia de la cual la barra le atravesó el cráneo sesgándoles estructuras cerebrales. Sin embargo, sobrevivió.
Tras el accidente y las pertinentes intervenciones Phineas nunca volvió a ser la misma persona, cambió por completo. Su personalidad ya no era la misma, pasó de ser un hombre responsable y ejemplar a alguien tosco, impertinente, con nula capacidad de previsión de acciones y responsabilidades de las mismas, etc..
Entorno a este suceso se estudió en su momento y a posteriori la implicación de las estructuras dañadas en las funciones cognitivas específicas. Era una evidencia científica, más allá de postulados teóricos.
Quizás esta historia les haya recordado vagamente al argumento de “A propósito de Henry”, un déspota abogado que tras un incidente que le ocasiona daño cerebral sufre una amnesia retrógrada y tiene que reentrenar sus actividades de la vida diaria, instrumentales, función cognitiva, etc.. Tras el accidente, el abogada cambia por completo su forma de actuar, en este caso “para bien”.
Un equipo de baloncesto que se precie no puede carecer de un buen director de juego, la calidad de un base puede condicionar la del equipo y sus aspiraciones. Lo mismo ocurre en nuestras cabezas, el cerebro es una compleja red de estructuras que basa gran parte de su organización en el lóbulo frontal, el director por excelencia o nuestro Ricky Rubio, Chichi Creus, etc. Las cualidades funcionales de éste conformarán gran parte de nuestro ser, es decir; no es lo mismo que tu base sea Ricky Rubio que Carles Marco (sin acritud).
El lóbulo frontal y la llamada corteza prefrontal está directamente relacionado con las llamadas funciones ejecutivas, nuestra especialización como ser humano, dichas funciones comprenden distintas habilidades cognitivas que, aunque se muestran por separado, en la realidad práctica son difícilmente discernibles porque se condicionan mutuamente. Brevemente, las FFEE y prefrontales estarían compuestas por :
Planificación, secuenciación: definir un plan, elaborar y desarrollar las pautas necesarias para llevarlo a cabo y que éstas tengan una correcta secuenciación temporal. También podríamos incluir aquí la jerarquización de actividades, nuestra capacidad para decantarse por un plan u otro en función del criterio personal y básico para la planificación del día a día.
Control de la inhibición: supone rechazar estímulos iniciales con el fin de ser adaptativos inhibiendo aquellas conductas inapropiadas, digamos que es un control de la impulsividad. Basado en esto aparecen ejercicios muy típicos llamados stroop, el más clásico quizás se este en el que hay que inhibir el impulso lector (al que tendemos todos los alfabetizados) para decir decir de qué color están pintadas las palabras
ROJO AMARILLO VERDE NEGRO ROJO
AZUL VERDE ROJO VERDE AMARILLO
NEGRO AZUL AMARILLO ROJO VERDE
Flexibilidad cognitiva: su nombre nos lo indica, es la capacidad que tendríamos para variar un plan preestablecido que por cualquier circunstancia se ve truncado. Es ser capaz de dar soluciones a situaciones dispares.
Ej.: voy a trabajar en coche y me encuentro una calle cortada.
La flexibilidad cognitiva atañe muchos aspectos, puede ser conductual, cognitiva, perceptiva… ésta última también nos resulta muy familiar gracias a famosas láminas como esta
Monitorización: nuestra capacidad para recabar información y poder establecer el desempeño de la actividad así como para comprobar el resultado final de la ejecución es correcto.
Otros aspectos relacionados:
Las funciones ejecutivas son el alma de nuestro día a día, y sin llegar a ser patológicos muchos tenemos carencias en ellas, véase yo misma, aunque tengo mis dudas de que no sea patológico.
Por último y como curiosidad hay quien ha visto en “La Creación de Adán” de Miguel Ángel una representación del perfil del cerebro donde la mano de Dios saldría desde la corteza prefrontal. Hay que reconocer que su parecido tiene.
De antemano aviso que esta no pasará a la historia por ser la mejor explicación del mundo aunque puede que por lo contrario tenga sus opciones.
En tiempos difíciles es bueno tener capacidad resolutiva, ya saben que hombre precavido vale por dos. Con esta lógica aplastante vamos a adquirir algunas nociones sobre cómo hacer punto, no vaya a ser que llegue el día que no tengamos ni para jerseys...
Lo primero es lo primero, acérquense a los chinos más cercanos (para enredar no necesitamos gran calidad) y compren unas agujas de punto y un poco de lana (Sí, sí, en medio de estas calores...). Lo primero que necesitamos saber es que ambas cosas van por tamaño, podrán ser más o menos gruesas, lo fundamental es que estén proporcionadas; si compro agujas gruesas (se clasifican por número) la lana ha de ser coherente con éstas. Cuanto más fino más complicado y lento, yo recomiendo un grosor medio-alto.
¿Cómo tejer? Jeje, vamos a ello…
Partimos de que tenemos dos agujas, las buenas maneras dicen que hemos de colocarlas bajo los brazos y habrá una “móvil” y otra fija, que variaran en función de la dominancia del sujeto. Una vez que ya sabemos como posicionarnos antes tenemos que “echar los puntos” cuya cantidad dependerá de lo que queramos hacer y su ancho. Como sólo queremos iniciarnos vamos a echar poquitos para soltarnos en la materia. El primer problema nos lo topamos ya, pues yo no sé echar los puntos correctamente por más que me lo han explicado, sin embargo; he desarrollado una versión chapucera que da vergüenza. Igualmente, os la muestro para que veáis cómo NO se hacen las cosas.
Coges el extremo de la lana te lo lías en el dedo como si lo fueras a estrangularlo (una sola vuelta) y los vas pasando de uno en uno a la aguja hasta completar los deseados. Importantísimo no apretar mucho. Una vez completado el primer paso observaremos una aguja vacía y otra con los puntos y habrá que operar de la siguiente forma…
Es importante tratar de aplicar siempre la misma fuerza porque sino no quedará uniforme. Igualmente maniobraremos con cuidado para que no se “escape” ningún punto antes de tiempo y nos queden agujerillos o tamaños desiguales.
Esta forma descrita es el “punto del derecho” con que aprendan ustedes el “revés” tendrán más conocimientos de los imaginables y combinando ambos podrán hacer hasta elástico.
¿Cómo se os ha quedado el cuerpo?
A sabiendas de que esto, se leyera por donde se leyera, era indescifrable barajé la idea de grabar la acción, pero a) ni el modelo iba a ser el mejor para aprender y b) seguro que alguien lo habría hecho por mí. Y así es, navegando por la red tenemos un video demostrativo de cómo hacer bien las cosas por lo que recomiendo que olviden todo lo anterior, si es que han tenido la paciencia de leerlo, y se queden con la buena praxis.
Montar puntos
Desarrollo
Espero que me presenten sus trabajos.
Fin de la entrada más “choni” que ha concebido este blog.